miércoles, 6 de agosto de 2008

OCCIDENTE Y ORIENTE

  Muchos grandes pensadores de Occidente, cada uno desde su propio punto de vista, han tratado este tema tan gastado por el tiempo, "Oriente y Occidente"; pero, por lo que yo sé, ha habido un número comparativamente escaso de autores del Extremo Oriente que hayan expresado sus opiniones como orientales. Este hecho me ha llevado a escoger este como una especie a lo que seguirá inmediatamente.


  Basho (1644-94), un gran poeta japonés del siglo XVII, compuso un poema de diecisiete sílabas conocido como haiku o Hokku. 

  Cuando miro con cuidado

¡Veo florecer la nazuna

Junto al seto!

  Es probable que Basho fuera caminando por el campo cuando observo algo junto al seto. Se acercó entonces, lo miró detenidamente, y descubrió que era nada menos que una planta silvestre, insignificante y generalmente inadvertida por los caminantes. Este es el hecho simple que el poema describe, sin que se exprese en ningún momento un sentimiento específicamente poético, a no ser quizá en las dos últimas silabas, en japonés kana. Esta partícula, ligada con frecuencia a un nombre, un adjetivo o un adverbio, significa cierto sentimiento de admiración, elogio, tristeza o alegría, y puede vertirse en ocasiones justamente a otras lenguas mediante un signo de admiración. En este haiku todo el verso termina con este signo.

  El sentimiento que prevalece en las diecisiete, o más bien quince sílabas y el signo de admiración al final quizá no sea comunicable para quienes conocen el idioma japonés. Trataré de explicarlo lo mejor posible. El poeta mismo podría no estar de acuerdo con mi intepretación, pero esto no importa mucho si sabemos que cuando menos hay alguien que lo entiende lo mismo que yo.

  En primer lugar, Basho era un poeta de la naturaleza, como lo son la mayoría del los poetas orientales. Aman tanto la naturaleza que se sienten uno con ella, sienten todos los latidos de las venas de la naturaleza. La mayoría de los occidentales tienden a separarse de la naturaleza. Piensan que este y el hombre nada tienen en común a no ser algunos aspectos deseables y que la naturaleza sólo existe para ser utilizada por el hombre. Pero para los orientales, la naturaleza está muy cercana. Este sentimiento por la naturaleza surge al descubrir Basho una planta nada llamativa, casi despreciable, que florecía junto al viejo seto descuidado, al lado del remoto camino campestre, tan inocentemente, tan sin pretensiones, sin desear ser advertida, por nadie. Y sin embargo, cuando se la mira, ¡qué tierna, qué llena de gloria y de esplendor divinos aparece, más gloriosa que Salomón! Su humildad misma, su belleza sin ostentación, provoca la admiración sincera. El poeta puede leer en cada pétalo el más profundo misterio de la vida o del ser. Basho pudo no tener conciencia de ello, pero estoy seguro que en su corazón, en ese momento, vibraba un sentimiento parecido a lo que los cristianos llaman amor divino, que alcanza las mayores profundidades de la vida cósmica.

 Las alturas del Himalaya pueden provocar en nosotros un sentimiento de temor sublime; las olas del pacífico pueden sugerirnos algo de infinitud. Pero cuando la propia mente se abre poética, mística o religiosamente, se siente, como Basho, que en cualquier tallo de hierba silvestre hay algo que trasciende de hecho todos los sentimientos humanos venales y bajos, que nos eleva a un nivel semejante en esplendor al de la Tierra Pura. La magnitud no tiene nada que ver en estos casos. A este respecto, el poeta japonés tienen un don específico que le permite descubrir algo grande en las pequeñas cosas, algo que trasciende todas las medidas cuantitativas.

 Tal es el Oriente. Veamos ahora qué puede ofrecer Occidente en una situación semejante. Escojo a Tennyson. Puede que no sea un típico poeta occidental, que debe ser seleccionado para compararlo con el poeta del Lejano Oriente. Pero el corto poema que citamos tiene algo muy cercano al de Basho. El poeta dice así: 

Flower in the crannied wall,

I pluck you out of thre crannies;-

Hold you here, root and all, in my hand. 

Little flower -but in I could understand

What you are, root and all, and all in all,

I should known what God and man is.

Flor en el muro agrietado,

Te arranco de las grietas; -

Te tomo, con todo y raíces, en mis manos,

Florecilla -pero si pudiera entender

Lo que eres, con todo y tus raíces, y, todo en todo,

Sabría qué es Dios y qué es el hombre.

 

Hay dos puntos que quiero subrayar en estas líneas:

1. El hecho de que Tennyson arranca la flor y la sostiene en sus manos, "con todo y raíces" y la mira, quizá intensamente. Es muy probable que experimentara un sentimiento parecido al de Basho, quien descubrió una flor de nazuna en el seto, al borde del camino. Pero la diferencia entre los dos poetas es que Basho no arranca la flor. La mira simplemente. Está absorto en sus pensamientos. Siente algo en su espíritu, pero no lo expresa. Deja que un signo de admiración diga todo lo que quiere decir. Porque no tiene palabras para expresarlo; su sentimiento es demasiado pleno, demasiado profundo y no quiere conceptualizarlo.

 Tennyson, en cambio, es activo y analítico. Primero arranca la flor de lugar donde crece. La separa de la tierra a la que pertenece. A diferencia del poeta oriental, no deja quieta a la flor. Tiene que arrancarla de la pared agrietada, "con todo y raíces", lo que significa que la planta debe morir. No le importa, al parecer, su destino; su propia curiosidad debe quedar satisfecha. Como algunos científicos, quiere hacer la disección de la planta. Basho ni siquiera toca la nazuna, simplemente la mira, la mira con "cuidado". Eso es todo. Se mantiene inactivo, en contraste con el dinamismo de Tennyson.

Quiero subrayar este punto aquí, y puede que tenga ocasión de volver a referirme a ello. Oriente es silencioso, mientras que Occidente es elocuente. Pero el silencio oriental no significa sencillamente ser mundo, y quedarse sin palabras o sin habla. El silencio es, muchos casos, tan elocuente como las palabras. Occidente gusta del verbalismo. No sólo eso. Occidente transforma la palabra en carne y hace que está encarnación burda y voluptuosamente, en sus arte y religión.

2. ¿Qué hace después Tennyson? Mirando la flor arrancada que probablemente empieza a marchitarse, se formula interiormente la pregunta: "¿Te entiendo?" Basho no se muestra inquisitivo en absoluto. Siente que todo el misterio se revela en su humilde nazuna, el misterio que ahonda en la fuente de toda existencia. Se siente embriagado por este sentimiento y lo expresa en un grito inefable, inaudible.

A diferencia de esto, Tennyson sigue con su reflexión: "Si pudiera entender lo que eres, sabría qué es Dios y qué es el hombre". Su llamado al entendimiento es característicamente occidental. Basho acepta, Tennyson resiste. La individualidad de Tennyson permanece aparte de la flor, "Dios y el hombre". No se identifica ni con Dios ni con la naturaleza. Permanece siempre aparte de ellos. Su conocimiento es lo que ahora llama "científicamente objetivo". Basho es completamente "subjetivo". (Esta no es la palabra adecuada, porque siempre se opone al objeto. Mi "sujeto es lo que me gusta llamar "subjetividad absoluta".) Basho permanece en esta "subjetividad absoluta" en la cual Basho contempla la nazuna y la nazuna contempla a Basho. No hay empatía, no simpatía ni identificación.

  Basho dice: "miro con cuidado" (en japonés "yoku mireba"). Las palabras "con cuidado" implican que Basho no es ya un observador, sino que la flor ha cobrado conciencia de sí misma y se expresa silenciosamente y elocuentemente. Y esta elocuencia silenciosa o silencio elocuente por parte de la flor encuentra un eco humano en las diecisietes sílabas de Basho. Sean cuáles fueren la profundidad del sentimiento, el misterio de la expresión y aun la filosofía de "subjetividad absoluta" que ellas haya, son inteligibles para los que han experimentado realmente todo esto.

  En Tennyson, hasta donde yo puedo juzgarlo, no hay en primer lugar una profundidad de sentimiento; es todo intelecto, lo que resulta típico de la mentalidad occidental. Es un partidario de la doctrina del logos. Tiene que decir algo, tiene que abstraer o intelectualizar su experiencia concreta. Tiene que salir del campo de los sentimientos al campo del entendimiento y debe sujetar la vida y sentimiento a una serie de análisis para satisfacer el espíritu occidental de investigación.

  He seleccionado a estos dos poetas, Basho y Tennyson, como ejemplos de dos puntos de vista básicos y característicos sobre la realidad. Basho pertenece a Oriente y Tennyson a Occidente. Al compararlos descubrimos que cada uno expresa su trasfondo tradicional. Al compararlo descubrimos que cada uno expresa su trasfondo tradicional. Según esto, la mentalidad occidental es: analítica, selectivas, diferencial, inductiva, individualista, intelectual, objetiva, científica, generalizadora, conceptual, esquemática, impersonal, legalista, organizadora, impositiva, auto-afirmativa, dispuesta a imponer su voluntad sobre los demás, etc. Frente a estos rasgos occidentales los de Oriente pueden caracterizarse así: sintética, totalizadora, integradora, no selectiva, deductiva, no sistemática, dogmática, intuitiva (más bien, afectiva), no discursiva, subjetiva, espiritualmente individualista y socialmente dirigida al grupo, etc.

  Por Daisetz T. Suzuki

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